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MI REGALO PARA TÍ DE SAN VALENTÍN

14 de febrero de 2021

Me gustaría escuchar mi nombre de tu boca, pero soy exigente y quiero que sea en forma de suspiro o de aullido inevitable. No te lo voy a pedir porque deseo sentir que va a salir de tus entrañas como el grito ante un golpe inesperado o como la oración mágica que se apodera de mi mente y no cesa de torturarme con su repetición incansable hasta que no la escribo, por lo menos en un papel. Para lograr ese regalo a mi paladar auditivo necesito de la sorpresa, puedo hacerme el dormido y esperar con paciencia felina el momento de una simple labor cotidiana para atacar. Fregar no está nada mal porque nadie puede fregar de espaldas al fregadero y así me entregas sin saberlo tu retaguardia de película. Esperaré a que tu mente se entretenga en ríos de espuma y platos para acercarme sin hacer ruidos hasta que me descubras por el calor que desprende mi cuerpo, pero ya será demasiado tarde para tu escapatoria. Te dejaré sentir la temperatura de mi torso desnudo y con mis labios húmedos hurgaré en tu cuello de cisne haciéndote sentir mi respiración agitada y caliente mientras mis manos vuelan a arrancarte lo que tengas puesto. Intuyo que te quieras girar, pero te exigiré que termines de fregar los platos porque cada cual se dedica a lo que le toca. Yo te guío y la ausencia de prendas junto con tu docilidad de la cintura para abajo hará todo más fácil. Te abriré un tanto las piernas como un reo ante la justicia y simularé que busco un arma con mi lengua desde lo más bajo de tus pantorrillas hasta donde se produce la magia de tus dos muslos perfectos que me recordarán el pasado y el futuro convergiendo en el presente. Allí en el momento exacto del ahora, quedaré jugando a quien no sabe dónde escondes tu secreto mientras me deleito en los bordes suaves de tu anatomía inigualable e intentaré obviar por momentos el olor a hembra en celo que me llama con gritos ahogados en líquidos lubricantes que desbordan el mismo centro del placer y de la vida a la vez. Rechazaré tus manos porque quiero que no queden platos sucios y porque arrodillado buscare tus intimidades en concierto a trece manos, porque los dedos valen diez, los labios dos y la lengua que es la que lleva el ritmo de la sinfonía hacen el número 13, que rima con la ocasión. Espero que haya mucha loza por fregar y si no te exigiré que vuelvas a hacerlo con los vasos limpios porque no tengo apuro y quiero priorizar la calidad. Deseo sentir como creces en latidos desesperados y solo te voy a pedir tus palabras de aliento dichas sin aire en los pulmones, pero con las manos entre el agua y la espuma. Vas a salir ganando porque va a haber menos instrumentos por afinar que integrantes de mi orquesta y cada uno de tus detalles disfrutará de varios de mis concertistas a la vez. Será una larga y placentera serenata con el deleite incluido de mi visión panorámica desde abajo, con mi boca bien adentro para que mi lengua se esmere en tu agitador de emociones y mis dedos se diviertan en tus cavidades resbalosas y ansiosas de fiesta repetitiva. No voy a parar hasta que el temblor de tus muslos sea incontrolable y mi rostro se llene de fricciones húmedas ejecutadas con salvajismo primitivo que terminen en una contracción frenética que aprisione mi cabeza entre tus piernas por varias horas. Te voy a perdonar que rompas más de un plato o que me salpiques de agua con espuma, pero nunca que de tu boca no salga mi nombre como se escupe una verdad que no se puede ocultar o como brota la sangre de una herida profunda recién abierta. Quiero mi nombre dibujado en tu voz varias veces y si no sucede, traeré de nuevo los cubiertos, los vasos y los platos limpios y volveremos a empezar desde el momento en que me hacía el dormido.

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