Saltar al contenido

POR QUÉ ESTOY AQUÍ

31 de agosto de 2020
Escribir con estilo

A veces te detesto, no soporto esas malditas ansias de ti. Te juro que intento olvidarte, desalojarte para siempre de mis instintos. Pasan los días y cuando me siento falsamente libre de tu recuerdo, haces erupción dentro de mis ansias. Me dejas sin defensas ante la fulminante e imparable necesidad de volver a ti. Me siento entonces dominado por otra alma que soy y no soy a la misma vez. No hay escapatoria. Mi yo básico se resiste algo contra la posesión, desea la libertad de otras épocas, pero reconoce que solo queda adaptarse a la nueva situación o desaparecer poco a poco. Me has cambiado. Puede gustarme o no en que me has convertido, pero no hay alternativas. Siento que solo queda adaptarse, aunque la distancia entre el anochecer y el amanecer sea cada vez más corta. Aunque convertirse en algo con lo que no se contaba no es una sensación agradable. Como tampoco es placentero sentir como ese calor te empieza a dominar, a tensar los músculos, a convertirse en un bulto en medio del pecho que te aprieta el alma, que te deja sin aliento y del cual no se puede salir más que escribiendo. Vomitando palabras que se agolpan unas a otras pidiendo convertirse en líneas negras en fondo blanco para con ello aliviarme, quien sabe hasta cuándo, minutos, horas, días. Hasta que tú, la bendita y fatídica necesidad de escribir, me asaltes, sin mirar lugar o momento,  y solo me dejes en paz cuando te convierta en texto, arrancando con esto un pedazo de mí. Pero por favor no te vayas, es angustioso y doloroso, pero me haces vivir.