En los días más calientes de mi vida no paro de pensar en ti. Mis ansias se expanden sin límites y puedo sentir como te adueñas más y más de mi esencia hasta que me desbordas en un exceso que apenas puedo aplacar en la satisfacción de cualquier piel sudada. Apareces en cada cabello de mujer despeinado, en las risas de los niños que inundan los parques, en el ruido de los motores que me ensucian, en el eterno morir de la ola en la orilla y en cada jardín repleto de ternura reluciente bajo el sol. Es precisamente el astro rey quien con esa fuerza conquistadora me descubre a tu lado y desata su energía brillante de padre celoso para separarnos. Me duele reconocer mi debilidad fingida ante tanta luz y en mi retiro triste aprovecho para planear mi regreso. Usaré su poder para llenarme de ti y esperaré porque su luz es poderosa pero no eterna. En la noche se irá y ya libre te voy a buscar, allí en tu jardín donde siempre duermes recogida. Con la paciencia del cariño te voy a acariciar toda la madrugada, para que te olvides del calor y regreses a tu temperatura ideal, la que buscas inconsciente dentro de tu soledad acompañada. En cada roce tu piel vibrará de frío delicioso y antes del amanecer te abrirás fresca, joven y exquisita para mí. Yo entonces no podré más y con el sabor a nuevo día exaltando mis ansias te haré el amor por horas empalagadas de tu belleza adictiva. Aplacados mis instintos posesivos, desbordando deleite y satisfacción y con mi pecho lleno de tu esencia magnífica me acurrucaré entonces tranquilo en la piel rosada, abierta y olorosa del más bello de tus pétalos, pensaré que es para siempre y me convertiré en una gota de rocío sudada besando a su flor.