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Después de las Vacaciones

13 de octubre de 2025

Se acabaron las vacaciones, parece como si me hubieran bajado de una nube para hacerme aparecer dentro de una guagua repleta de gente a las doce del mediodía en La Habana. Ayer estaba fresco, repleto de paz espiritual, con la piel todavía oliendo a Atlántico, a cerveza fría con limón, pero de pronto ¡pum!, el despertador, había olvidado el trauma del reloj y ahora el jefe me pedirá que haga lo que dejé de hacer antes de las vacaciones, sin embargo, él no sabe que hasta mi contraseña se me ha olvidado.

Deberían inventar las vacaciones después de las vacaciones, una semanita oficial para que uno se recupere de las vacaciones mismas, ¿que una semana es mucho?, bueno, si nos ponemos a regatear lo podemos dejar en tres días, ni uno menos. Porque, a ver, ¿cómo se supone que un organismo humano, frágil, de sangre caliente, pueda pasar en solo 24 horas de la hamaca al tráfico, de cero preocupación a la concentración, de la caipirinha al agua chirri de oficina que dicen ser café, del “pero qué rico está esto” al “qué diablos hago aquí”?

Lo peor es que he vuelvo al trabajo con la sonrisa todavía pegada al rostro, como un turista en su propio puesto de trabajo, entonces la duración de la felicidad me recuerda al merengue en la puerta del colegio, se desvanece en el primer correo con copia al jefe acerca de la información que no se envió y hace dos semanas que un cliente espera. Luego dejó de ser yo para convertirme en un zombie con olor a protector solar. Y para colmo los colegas hurgando en los recuerdos de las vacaciones, quieren que les cuente una y otra vez lo mismo, incluso camino a la reunión que no sé ni para qué, lo que realmente debería hacer es esconderme en cualquier esquina a procesar este cambio de perspectiva que me altera el raciocinio,o a pedir dos días más de reposo, eso, ahora mismo pido una semana más de vacaciones para descansar de mis vacaciones.