Saltar al contenido

EL BOBO DE LA YUCA Y EL PITIDO EN LA OREJA

1 de mayo de 2023

Allá por el 2016 o quizás más allá, y mientras al Bobo de la Yuca no le alcanzaban sus neuronas para sacarle brillo a las botas del viejito levantabrazos de tanto lenguazo, los funcionarios de la embajada americana comenzaron a oir unos pitidos en el oído. Primero pensaron en una pandilla de grillos hambrientos que chillaban consignas revolucionarias en idioma grillesco y luego comenzaron a cantar La Bicicleta en la embajada. Los segurosos que los oían por las escuchas instaladas se dieron cuenta que se les había ido la mano.

Las negociaciones resultaron largas y difíciles y hasta el Papa tuvo que meterse porque cuando Josefina Vidal pedía el levantamiento del bloqueo, los funcionarios de Obama le respondían: Le gusta que le digan que es la niña, la Lola, le gusta que la miren cuando ella baila sola, le gusta más la casa, que no pasen las horas, le gusta Barranquilla, le gusta Barcelona y entonces nadie entendía nada ni se sabía cuál de las dos partes era el que quería más y cuál menos. En ese momento el Bobo todavía robaba gasolina en Holguín y por lo tanto se confirma su imposibilidad de matar a la vaca y mucho menos de aguantarle ni una, ni las cuatro patas.

Al inicio de los acercamientos nuestro Rey SADIM (les recuerdo que es MIDAS al revés y en vez de oro vuelve todo lo que toca en mierda) se aburría sembrando moringa en el patio de su casa. Una tarde mientras le caía atrás a un gato con el bastón, uno de sus chivatos le contó que había tremenda pachanga en la embajada americana y que hasta su hermano todas las tardes se disfrazaba de bailarina de tropicana para colarse en la fiesta. El viejito que parecía inofensivo con el nuevo pelado que incluía la raya al lado, se enfureció y le partió el bastón en la cabeza al chivato. El chivato echando sangre por la cabeza agradeció el golpe con una sonrisa. El encabronamiento del Moringueri subió como la espuma. Ya no le importaba que se le escapara el gato vivo, lo que más le rejodía era que los americanos, a quienes había jurado odio eterno, hicieran la fiesta en sus narices y para rematar que su hermano en medio de las borracheras se diera de la lengüita con ellos e incluso intentara la danza del vientre. Después de rematar al chivato con un bastonazo por la espalda, se prometió hacer fracasar las conversaciones entre los americanos y los cubanos y llamó a su hermano.

Al llegar el viejito levantabrazos, el Moringueri le ordenó que sacara una ley nueva para obligar a sembrar moringa en todos los patios de Cuba y reportar en punto cero hasta el mínimo detalle de los resultados obtenidos. El hermano lo mandó a cagar, le dijo que se dedicara escribir reflexiones y se fue dejándolo con la palabra en la boca.

SADIM entonces cogió tremendo empingue, arrancó de cuajo todo un surco de moringa y lo mandó a sembrar en La Timba mientras pensaba cómo carajo acabar con la fiesta americana.

Cuando la gente de la Timba vio llegar camiones llenos de matojos de moringa les cayeron a pedradas y los transportistas de verdolagas cambiaron la ruta y desembarcaron en un campamento del EJT con la orden de sembrarlas inmediatamente. Ya nadie le hacía caso al Moringueri porque se peinaba con la raya al lado en vez de echarse el pelo patrás. Las moringas llenas de vitaminas y minerales se quedaron recostadas contra una pared y sirvieron de alimento a unas babosas que engordaron muchísímo y se les puso la líbido por las nubes. Los caracoles comedores de moringa terminaron reproduciéndose como conejos y la gente al verlos grandes y gordos los confundió con caracoles africanos, pero esa es otra historia.

El Moringueri SADIM interrogó a los camioneros y estos, muertos de miedo de que supiera la verdad, le dijeron que la gente de la Timba se había puesto tan contenta con el regalo, que dejaron todo lo que estaban haciendo que era nada para comenzar a sembrar la moringa a la vez que hacían una actividad patriótico recreativa donde los niños recitaron poemas revolucionarios, tres viejas en leotal dieron unos brincos detras de una bandera roja y dos oradores se desgañitaron a ver quién gritaba más alto contra el imperio y le deseaba más vida eterna al Rey SADIM. El Moringueri lloró de alegría con la historia y todavía debe estar pensando dentro de la piedra que en la Timba la moringa da al pecho.

Despues de secarse las lágrimas de camaján, el Moringueri se cagó en la madre de su hermano traidor y juró venganza por sentirse tirado a mondongo.

Recordó sus años mozos, cuando pagaba porque lo enseñaran a bailar el cha cha chá y así ligar jebas más rápido. Hasta entonces él solo levantaba a las nenas después de muelas de cuatro y seis horas. Las muchachas quedaban sin saber dónde quedaba en Capitolio y le daban el sí para terminar con la tortura gallega. Luego de varios maestros y noches de fiesta sin baile, el joven SADIM concluyó de que era un patón patológico.

El futuro Moringueri, tenaz como ladilla y con la idea de resolver su problema de oidos cuadrados, tuvo la idea de experimentar con los otros. Esperó a que algunos de sus compañeros de estudio con dificultades para el baile se durmieran y los sometió a un bombardeo de guarachas a volúmenes inaudibles para saber si de esa manera aprendían a bailar sin darse cuenta. Canceló el proyecto cuando sus sujetos de prueba no aprendieron a bailar, pero perdieron la pena al papelazo y se movían sin ritmo, pero contentos. Si algo molestaba a SADIM era que la gente la pasara bien. De todas maneras a él le divertía mortificar a los demás obligándolos a escucharlo durante cinco o seis horas de muela.

La vieja idea de poner a bailar a un patón le podía funcionar para joder al hermano y a los americanos, que además de ser sus enemigos, bailaban muy mal en las fiestas. Ya el Moringueri se divertía pensando en el embajador americano morirse de vergüenza sin saber como explicar el hecho de intentar un pasillo de salsa en medio de una recepción internacional. También todos los funcionarios de la embajada tambien comprarían discos de música cubana y se rompería el embargo. A los americanos entonces no les quedaría más remedio que cerrar la embajada por la plaga del baile mal bailado.

El viejito SADIM llamó entonces a sus viejos amigos, desempolvaron unos trasmisores rusos de los 80 y los ubicaron cerca de las casas de los funcionarios para emitir señales de salsa revolucionaria. Las emisiones no pararon las 24 horas continuas, pero al mes de música ininterrumpida e inaudible. Las conversaciones terminaron con éxito, pero los diplomáticos no aprendieron a bailar ni merengue del dolor de cabeza.

El Moringueri SADIM hizo honor a su nombre y de la misma manera que le salió un pinguero buscando al hombre nuevo, queriendo poner a bailar salsa a diplomáticos americanos los dejó sordos con sus pitidos y les provocó daños cerebrales irreversibles. Meses más tarde, el viejito SADIM logró joder a todo el mundo y se cerró la embajada. Eso sucedió meses algún tiempo después con Trumpo de presidente y el Bobo de la Yuca que no paraba de decir: “Yo no fui, yo no fui, yo no fui”.  

CONTINUARÁ

Haz click aquí para leer el Capítulo 1

Haz click aquí para leer el Capítulo 2