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ADIÓS A LAS NALGAS

21 de julio de 2022

Estoy en un café con ganas de escribir, pido un capuchino y me asalta un retorcijón que puedo controlar sin dificultades. Analizo la reacción de mi cuerpo y entiendo que me salvó una contracción de mis nalgas. Qué importantes son las nalgas. En cualquier momento llego a viejo y se me caen. Las nalgas no se hicieron solo para evitar sustos o para sentarse porque si no todos los viejos vivirían apenados y condenados a estar de pie todo el tiempo.

El tema nalgatorio es muy complejo pues hay diversidad de colores y de gustos, hay nalgas muy buenas, pero también hijaeputas, alegres, saltarinas o depresivas, extrovertidas que salen para afuera y se vuelven buscapleitos o recatadas muy metidas dentro de ellas mismas, extranjeras o nacionales, con talcos o llenas de fango y hasta honestas y sinceras o mentirosas de silicona, entre otras.

Estoy seguro que debe existir una esencia que las defina a todas como nalgas. Me resisto a pensarlas como un exceso de carne colocado como contrapeso y evitar caerse de boca. Si fuese así  podrían haberlas ubicado en medio de la espalda o incluso detrás del cuello. Sin embargo, las colocaron en el centro del cuerpo, muy cerca del imprescindible chakra del placer.

Sus formas curvilíneas incitan a la acción y lo mismo inspiran una caricia, un beso, un lenguazo, que una mordida, un pellizco, una cachetada o un buen apretón con dolorcito incluido sin llegar al masoquismo, aunque también está permitido el exceso. Unas nalgas bien hechas le parten el cuello a cualquiera, pueden provocar peleas que desemboquen en golpes e incluso destruir matrimonios. Si andas solo y unas nalgas te invitan, te has ganado la entrada al paraíso. Las nalgas son el inicio y el fin mismo expresado en forma de fluidos encimas de ellas. Son el escudo magnífico que detiene al agresor, da igual la violencia del impacto o las armas que se utilicen, ya sea un pene descomunal de carne o de goma, que nazca de la pelvis de un hombre o se amarre a una cintura de una mujer, que use los dedos, la mano completa o apenas el golpe de un clítoris revoltoso y erecto. No importa el tipo de cogida: anal, vaginal o un simple retozo restregón, las nalgas no huyen, se quedan en su lugar rebotando felices su alegría y protegiendo a los bandos (que pueden ser más de uno) al impedir que el atacante se meta todo para dentro y después no se encuentre la manera de sacarlo.

Mejor no sigo que el tema me apasiona.  Ya me metí la mano dentro del pantalón para tocarme una nalga y comprobar su consistencia. Algo de vida útil me queda. Una mujer me mira con cara de susto. No puedo dejar de ir al gym y tengo que incluir más cuclillas o correr más y montar menos bicicleta para atrasar lo inevitable. Saltar en la arena también es buenísimo para las nalgas, solo hay que ver cualquier juego de volleyball de playa. Estamos rodeados de nalgas, en el deporte y en la cultura:  en esculturas, en pinturas, en teatros, el cine. ¿Quién no ha visto una nalga en el cine? Todos. Y ni decir en la literatura.

Recuerdo el título de un libro de Hemingway. Dicen que al final lo cambió por presiones de la editorial. Hago una pausa que viene mi capuchino.  Cremosito como a mí me gusta. Vielen Dank, le agradezco a la muchacha que lo trae. Me sonríe, me regala una galletica, muy amable la alemana. Tiene más de 30 y menos de 35. Se gira y se aleja en armonioso caminar. Se va en una metáfora perfecta, todo se acaba, nada es para siempre. El libro de Hemingway, ¿lo habrá escrito tras la despedida de una amante o porque se percató que envejecía?, de todas maneras lo escribo como él lo pensó: Adiós a las Nalgas.