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LA NOCHE DE LAS BRUJAS

27 de diciembre de 2022

Hace algún tiempo y después de leer el Fausto de Goethe me pregunté si existía el lugar del Aquelarre donde participan Fausto y Mefistófeles en la noche de las brujas. El sitio se llama el Brocken, la montaña más alta en la Sierra del Harz en el estado alemán de Sachsen Anhalt. Hasta allí me dirigí el 30 de abril en vísperas al 1ero de mayo, en la celebración del Waldpurgnisnacht. Esa noche las brujas vuelan sobre sus escobas e incluso algunas, para divertirse más, sobre cabras o gatos.

El tramo final hasta la montaña lo hice a pie y allí me recibieron un montón de gente disfrazada. Estaban todos medio borrachos y comenzaban a encender hogueras entre el retumbe de tambores. A las 12 de la noche los fuegos artificiales alumbraron el cielo y cuando cesaron, se anunció a la reina de mayo, una muchacha muy linda, pero un poco sosa para mi gusto. La que llamó la atención fue una brujita muy simpática que daba tremendos saltos alrededor del fuego y que con gusto hubiera pagado por verla encuera encima de una escoba.

Como esa noche no llegué a ver a ninguna mujer volando, decidí quedarme unos días en el pueblo de Braunlage para intentar encontrarme con la brujita saltarina. Todos los días, después de desayunar, caminaba por entre las calles del lugar en busca de la muchacha que parecía haberse escapado en la escoba. Sí llamó mi atención un hecho quizás simple: muy cerca del hotelito donde estaba, una mujer de unos 50 años tendía las sábanas al sol, mejor dicho, antes que saliera el sol. Lo curioso del hecho resultó en que los dos días que llovió en esa semana, la bruja no tendió las sábanas. Imaginé que por actos de hechicería ella conocía a ciencia cierta cuando llovería.

Antes de partir de regreso y vencido por la curiosidad fui a conocer el secreto de la bruja. La mujer me atendió con amabilidad mientras tendía las sábanas, es decir, ese día habría sol. Le expliqué mis dudas y le pedí que me contara el secreto de la lluvia si sus creencias se lo permitían. A la mujer le entró un acceso de risa, pero yo esperé a que se calmara. Es muy simple muchacho, me dijo, cada mañana al levantarme miro debajo de las sábanas de mi esposo, si su pene cae para la izquierda va a llover, si cae para la derecha habrá sol, se sonrió y siguió en su faena. Un momento, exclamé. Si su esposo se levanta con el pito parado. ¿Qué hace usted en ese caso? Ah bueno, si se levanta erecto entonces ese día ni lavo, ni plancho, ni tiendo la ropa, ni nada, me respondió la mujer.