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INJUSTICIA DIVINA

18 de diciembre de 2022

Mi jefe se deja crecer las tetas. Desde hace un año para acá ya ha aumentado dos tallas y en cualquier momento es capaz de chupárselas el mismo. Yo estoy seguro que no se ha operado porque no ha tomado más de tres días seguidos de vacaciones. Quiero dejar claro que no tengo nada en contra de quienes deseen verse con un buen par de tetas, pero mi jefe es un hijueputa. El muy cabrón lo único que hace es joderme la existencia. A pesar de que cumplo mi trabajo en tiempo y con calidad, se empeña en llamarme la atención constantemente por escribir mis historias, por revisar el celular para responder comentarios, por navegar en internet y por leer en horario de trabajo. 

Yo pudiera incluso conversar con mi jefe para ayudarlo a mejorar su mal humor perenne. Ese mal genio constante imagino que se deba a que sus tetas no le crecen tanto como le gustaría. Por lo menos podría escucharlo e incluso informarme acerca de la cantidad recomendada de estrógenos que debe inyectarse, pero no lo haré porque no me da la gana. Él no me da tregua y yo lo jodo.

El otro día lo sorprendí en el baño acariciándose los pezones con la punta de los dedos. Cuando me vio se puso a mal disimular que se sacudía el polvo. Aquí dentro de los edificios no hay polvo, pero lo peor es que las sacudidas de pezones lo excitaron y al sentir su respiración agitada, salí chiflando del baño.

Por ahí viene más molesto que de costumbre. No sé si porque lo descubrí en su momento íntimo o porque me vuelve a sorprender escribiendo. Qué ganas tengo de no ver más sus tetas indecentes y caídas. Le voy a exigir que se ponga sostenes. Señor Rodriguez, venga conmigo que quiero enseñarle algo, me dice con rostro agrio. Jefe, espero que no me quiera enseñar sus tetas, le respondo y ya estoy en la oficina del jefe de personal a recoger los papeles del despido. Injusticia divina.