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UNA SORPRESA DEL DESTINO

22 de mayo de 2021

El Sol salía todos los días en la ciudad de Puebla mirando al Popocatepetl, incluso los domingos siempre era algo especial. Esos días dormía un poco más de lo normal e iba a desayunar a cualquier restaurante mexicano después de pasar por un quiosco de periódicos por El Sol. Comía preferiblemente Chilaquiles en salsa verde pero ese día tenía mucha más hambre y se me antojó una cemita poblana de las grandotas con batido de mamey. Me fui hasta un mercado cerca de “El Carmen” y pedí una cemita con todo, de las que solo pueden comerse cuando hay hambre de verdad con medio litro del espumoso batido que sabía a fruta fresca. Con la delicia entre mis dientes me puse a ojear el periódico, y uno de los clasificados uno me llamó especialmente la atención. Decía textualmente:

“Quieres saber cómo se hacía el amor en los viejos tiempos? Jarocha con ganas de mostrar e instintos pedagógicos te espera”

Mis ojos se movieron inconscientemente hacia la dirección mostrada y cuál fue mi sorpresa al descubrir que estaba apenas a 5 minutos de camino. La acumulación de aparentes situaciones casuales no dejaba dudas que el destino me empujaba en una dirección y como no pretendía bajo ningún concepto contradecirlo, me dejé llevar. Que las Jarochas en México, llamadas así a las oriundas de Veracruz, sean famosas por ser ardientes y pasionales me confirmaba que el destino me anunciaba diversión.

No pude terminar la cemita porque la curiosidad podía más que el hambre y porque estar muy lleno no es bueno cuando hay faena. Me alegré de caminar para acelerar la digestión y cuando ya no había sabor de mamey en mi boca, me encontré tocando a la puerta de madera de una casa antigua.

Abrió un niño de ojos grandes y piel morena que no tendría más de doce años. La sorpresa de uno encontrar lo esperado me golpeó el rostro y sin saber qué decir me quedé tartamudeando frases incoherentes mientras revisaba la dirección en el anuncio del periódico.

 –disculpa, creo que me he equivocado –le dije finalmente al muchachito y me dispuse a regresar cuando el niño reaccionó con rapidez.

–Un momento señor, discúlpeme que le pregunte, pero ¿a qué venía usted? –preguntó el mexicanito habló con cara seria.

–Parece que me confundí pues había leído un anuncio en el Sol de hoy, pero… –y le señalé con el dedo al periódico estrujado en mi mano.

–No, No se confunde patrón, es acá, pase por favor. –Me cogió entonces de la mano y sin poder resistirme de la sorpresa me encontré en un patio interior lleno de plantas verdes.
–Mire, es allá, – el niño me señaló entonces una casita al final del patio con orquídeas colgando de las paredes. –Siéntese aquí que le aviso.

Me acomodé nervioso en un viejo banco de madera húmedo todavía de rocío cuando el grito del niño gritó a mis espaldas me paralizó.

–¡Abuelaaaa, prepárate que aquí está tu primer clienteeeeee!