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Mi homenaje a José Martí

27 de enero de 2021

El hombre de la Edad de Oro es mi amigo de verdad porque crecí doliéndome de esa tristeza desgarradora que brotaba de sus letras. Es increíble que en tiempos donde se vivía con pausa, en tan poca vida haya podido escribir y hacer tanto. Nadie ha amado a la tierra donde nació más que él sin apenas vivir en ella. Quiso a muchas mujeres conquistadas con su verso irresistible y pudo haber bebido alguna vez de más, pero eso además de humanizarlo lo convierte en un héroe más cubano, real y cercano. Hoy hace 168 años nació en la Habana en la calle de Paula, en el barrio de San Isidro. Para organizar su guerra corta y necesaria realizó la gigantesca proeza irrepetible de unir a los cubanos, sin importar donde vivieran. Su concepto de cubanía no se definía por el lugar de residencia, sino por el sentimiento de pertenencia que existe en el corazón y florece en todos los buenos hombres. La razón de su vida fue unir y nunca dividir. En supremo acto de amor a su tierra, se inmoló, pensando que con su muerte las divisiones terminarían. Ese hombre que llamó esclavitud al socialismo, que desaprobó las ideas de Karl Marx y que quería como primera ley el culto a la dignidad plena del hombre, se repite en miles de bustos idénticos en Cuba. Se ha convertido en un objeto de producción en masa, insípido, blanco y frío que de tanto reiterarse ha perdido el sentido. Mi héroe es más humano, está en mi corazón, carga un niño y sonríe porque confía en el futuro y para honrarlo lo leo, lo entiendo, lo analizo y hasta me agrada criticarlo, sin miedos y sin censura, como él sin dudas hubiera preferido. Estoy seguro que el cubano más grande que ha existido desearía menos estatuas y más libros. Ese José Julián Martí y Pérez merece, que el sueño por el que murió, se haga de una vez y por todas, realidad.