…El tiempo no trascurre en el muro de Primera y 24. El único que no se ha ido de aquí soy yo. Ya Carlos no nada a doscientos metros de la costa, ni tú estás a mi lado y el salitre del aire opaca al olor de la yerbabuena. Vine del aeropuerto hasta este lugar y tengo todo el equipaje en el carro. Se hizo de noche y voy a esperar a que amanezca para asegurarme que estoy en La Habana.
El sol salió por el mismo lugar de siempre, por el este. Eso queda detrás del Teatro Carlos Marx, o sea, a mi derecha si me paro de frente al mar. El agua parece un cristal inmóvil y decido irme a descansar. Alquilé un apartamento en la calle Tercera frente al Castillito. Desde el balcón puedo ver la residencia estudiantil de Malecón y 12. Por el décimo piso entraron los americanos sin avisar y no dejaron ni una ventana sana. Pusieron un gobierno que ha hecho lo imposible para que los cubanos terminen adorando al modo de vida americano. Tal vez no fueron los americanos, sino una banda de extraterrestres que experimentan con la raza humana. Cualquiera de los dos entró por las ventanas del décimo piso y terminó destrozando al país. Tengo ganas de llorar. Me tiro en la cama con la ropa puesta. ¿Por qué no me desnudas y te acuestas a mi lado?, lo necesito para poder dormir como un niño…