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UN EXTRACTO DEL CAPÍTULO «DULCE DE LECHE» DE MI LIBRO: «LA HABANA EN ALMÍBAR»

4 de octubre de 2020

Las zonas de tolerancia de San Isidro y de Colón, eran lugares donde era permitido instalar burdeles. El Barrio de Colón, adonde se dirigían, estaba limitado por las calles San Lázaro, Galiano, Reina y Prado. Anduvieron por toda Galiano mirando el azul del mar a lo lejos y después de pasar la tienda El Encanto doblaron a la derecha en la calle San Miguel. Pepe lo llevó a uno de los mejores prostíbulos de la zona, muy cerca de la intersección de las calles Àguila y Virtudes.

Tocaron en una puerta que daba a la calle. En pocos segundos se entreabrió una hoja y apareció la cara regordeta de una mujer de unas cincuenta primaveras mal vividas que reconoció a Pepe y los dejó pasar con sonrisa fingida. Al cerrarse la puerta detrás de ellos el muelle de la cerradura impulsó con violencia al vástago del mecanismo que en ímpetu inevitable chocó contra el metal del otro lado de la puerta cerrada. El ruido retumbó como un tiro en el pecho de Idelfonso que se encontró siendo el destino de todos los ojos del lugar. El enorme salón decorado con mal gusto estaba repleto de mujeres en todos los lugares y posiciones posibles. Arropadas en distintos colores con vestidos largos de una sola pieza, las mesalinas se sentaban en sillas, conversaban en grupos por las esquinas o inmóviles esperaban que el tiempo fluyera hacia cualquier lugar. Su hermano le había dicho que cuando escogiera a la mujer se acercara a ella y le preguntara: «¿Te quieres ocupar?», la muchacha entonces le diría que sí o que no, aunque la negación era descartable. Pepe escogió una rubia muy alta que parecía europea y desapareció en un patio interior que daba a varias habitaciones. Idelfonso sin saber que hacer contaba los segundos más largos de su vida cuando una mulata color café con leche de no mas de veinte años se adelantó al descubrir su turbación.

–¿Es tu primera vez? –preguntó la muchacha con voz sensual y el hijo de isleño dijo que sí con la cabeza–. ¿Quieres que me ocupe?

–Por favor –tartamudeó Idelfonso emocionado.

El pelo largo y rizado le caía por todos lados adornando su rostro y ocultando por momentos dos ojos grandes y avellanados color miel. Su nariz fina respiraba la música sensual bailada por una boca de labios carnosos vestida de morado chillón que se abría y cerraba en una sonrisa de invitación. El hijo de isleño se dejó tomar de la mano por la mulata de corta estatura que contoneándose lo arrastró por el patio hasta el cuarto. La pequeña habitación se adornaba con una cama matrimonial de un lado y un minúsculo lavadero con una palangana del otro.

–¿Me pagas ahora, por favor?

Idelfonso le alcanzó dos temblorosos dólares americanos que ella utilizó como pretexto para acariciarle la mano antes de excusarse por un minuto para salir a entregarle el dinero a la matrona. Él quedó parado en una esquina del cuarto sin saber que hacer y dudando si el momento de desnudarse había llegado. El alivio de la sonrisa radiante de la muchacha no demoró mucho en regresar.

–Me llamo Lina. ¿Quieres conversar un poco antes para relajarte? Si me dejas te tiro las cartas, soy buena en eso.

–¿Tirando las cartas? –dijo Idelfonso algo apenado y alegrándose de no ir directo al grano.

–También. Tenemos una hora, ven siéntate en la cama, te las tiro rápido y así voy conociéndote mejor.

El muchacho nervioso se sentó en el borde del colchón sin intentar despojarse de sus ropas y preguntándose si la indumentaria que la cubría alcanzaba para definirla como vestida. Un juego de barajas españolas con olor a pechos fue colocado entre las piernas de la mujer para que el hijo de isleño hiciera tres cortes. La cartomántica erótica reagrupó cariñosa las barajas y comenzó a tirarlas con cierto orden más cerca de sus muslos. Las cartas del destino astral de Idelfonso le cambiaron a Lina el rostro de pensativo a alegre.

–Te digo todo rápido, mira, no vas a tener nunca problemas con el dinero. A pesar de que ningún negocio tuyo va a prosperar, no te faltará nunca el billete. Eres una persona especial, de una ternura que no se encuentra y de gran corazón. Las conquistas se suceden una tras otra, pero no serás dichoso en el amor, aunque sí en el sexo y eso es una excelente noticia para mí. Nos vamos a ver muchas veces y por lo tanto cumplo con mi parte del destino de hacerte pasar un rato espectacular. Está en las cartas –dijo Lina y con un rápido movimiento de manos puso a volar todas sus prendas por el aire.

Idelfonso se encontró por primera vez en su vida con el tan deseado cuerpo de una mujer desnuda y le maravilló. Ese instante lo acompañaría por años e inconscientemente compararía a cada mujer que se mostrase ante él con ella. Las curvas bien moldeadas armonizaban en un cuerpo delgado y muy bien cuidado que se movía con el ritmo de una cadencia pegajosa. El hijo de isleño calculó que sus senos pequeños le cabían en la cuenca de la mano y le excitó sobremanera la imperceptible caída de la curva sensual de sus pechos adornados por dos pezones, oscuros y anchos que se erguían erectos en maravilloso contraste pidiendo ser saboreados. La cintura fina y estrecha se abría en unas caderas manuables, algo más anchas que sus espaldas descubiertas y rematadas al centro por un pubis frondoso que no le dejó ver el origen del deseo. El olor del dulce de leche se intensificó en el instante en que ella se acercó para desvestirlo con pausa estudiada de besos en carne de macho virgen. Lina intentaba no dejar un espacio libre de marcas de labios morados en la desnudez novata del hijo de isleño, pero fue sorprendida por la erección descomunal que la lanzó como tigresa gozosa a aplacarlo con su boca. Idelfonso nunca hubiese sido capaz de imaginar el maravilloso disfrute de la fricción ensalivada que una boca podía provocar y en poco tiempo explotaron sus entrañas en líquido imposible de retener. Pensó que Lina no se había enterado de su culminación porque seguía activa, pero al rato disminuía su frecuencia hasta detenerse cuando la dureza era pasado y todo el fluido había sido transportado a su cavidad bucal. La joven se levantó para escupir la parte de Idelfonso que ya no le pertenecía en el vertedero cerca de la ventana y este se descubrió observándola a contraluz. El relieve de sus entrepiernas hinchadas de deseo en el fondo luminoso activó sus instintos de semental y Lina soltó un pequeño grito de júbilo al comprobar el milagro del renacimiento. El hombre acostó a la mujer en la cama esta vez y comenzó a descubrir con su lengua la geografía del cuerpo femenino de la ninfa tantas veces soñada. La realidad superaba su imaginación y quiso aprender de memoria las reacciones provocadas por la caricias en la piel femenina. Al llegar a su sexo, el olor a dulce se hizo más intenso y no pudo evitar salir de dudas en cuanto a su sabor. Con el apuro del principiante no sabía bien qué era aquello y para qué servía cada cosa, sin embargo tuvo una certeza; el sabor era de dulce de leche. Idelfonso ayudado por las lecciones silentes de Lina fue poco a poco descubriendo el origen del placer y se aferró a él con la boca hasta que la descubrió temblando descontrolada sobre la cama. Verle sus ojos en blanco le provocó un miedo terrible por no estar seguro de haber hecho algo mal, pero suspiró aliviado cuando a punto de pedir auxilio la muchacha volvió en sí con energías renovadas y una mirada pasional que no tenía antes del temblor. Lo llenó otra vez de caricias y para evitar que el hombre acostado boca arriba tocara el techo con la punta de su lanza se sentó encima de su cuerpo. Idelfonso sintió como una parte de él descubría una cueva húmeda, aromática y mágica donde el roce rítmico de la piel expuesta lo transportaba a lugares desconocidos a través de movimientos de amazona danzante que se antojaban imposibles de realizar por una cintura femenina humana. Lina dominaba la telepatía, pues leía el desespero de su mente segundos antes de la entrega incontrolable de sus entrañas y le exigía entonces un cambio de posición que alargaba lo inevitable y aumentaba el placer. Probaron ella acostada y él encima, ella en cuatro patas, ambos de pie con ella incrustada en la pared, de lado, él acostado viéndola de espalda y finalmente cerraron el ciclo de la misma manera que como empezaron; ella encima y él observando el cuerpo de hembra fabuloso poseído por el Dios de la energía vital. Terminaron en frenético movimiento, el hijo de isleño contraído de placer y Lina volviendo a sus convulsiones crónicas que acompañó con unas lágrimas imposibles de retener dentro de unas pupilas dilatadas como platos. Se abrazaron e Idelfonso sin proponérselo buscó el morado de sus labios y besó suavemente a una mujer por primera vez. Lina se entregó al beso sorprendida por la ingenuidad del hombre y olvidó la regla de no besar mientras se realiza una labor por la que se ha cobrado. La unión de dos bocas es una demostración de deleite mutuo y mezclar placer con trabajo es algo serio y en algunas profesiones peligroso. Los últimos diez minutos que le quedaban del tiempo contratado los pasó abrazado a su primera hembra sin decir una palabra.

–Te voy a estar esperando –hablaba la mujer satisfecha e Idelfonso que vestido pasaba por debajo de la puerta de salida del cuarto, giró su rostro para despedirla con una sonrisa agradecida.

Su hermano aguardaba fumando en la calle donde lo acosó a preguntas que fueron respondidas con evasivas y frases cortas. En una Bodega del mismo barrio de Colón el hombre nuevo pidió una cerveza para acompañar un sándwich cubano mientras hablaba de beisbol. Pepe no cambió de temas, pues le bastaba con ver la alegría y la vitalidad reciente de su hermano al referirse al deporte preferido por los cubanos. Medio mareados llegaron a la calle de los Sitios donde el padre preocupado los esperaba en la acera.

–¿Todo bien macho? –preguntó Manuel mirándolo a los ojos.

–Nunca he estado mejor Pá. –Lo abrazó con fuerza y le susurró la palabra «fabuloso» al oído.

–Por cierto y cambiando de tema, el dulce de leche de ayer nadie lo ha comido. Queda un tanque en la casa. ¿A ti te gustó?

–¿Que si me gustó el dulce de leche? Que puedo decirte Pá, es el postre más delicioso que he comido en mi vida, déjamelo todo a mí, y trae más leche que voy a hacer más, mucho más.

 

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