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MI CARTA AL PROCTÓLOGO

7 de marzo de 2021

Estimado Doctor Riesenfinger,

Acabo de recibir una comunicación suya recordándome la cita anual. Déjeme decirle que no me la tiene que recordar porque después que pasaron los seis meses de la última consulta tiemblo todos los días al saber que se acerca el día de la próxima consulta y no puedo ni ver a nadie poniéndose un par de guantes porque me pongo a llorar. He pensado mucho en contestarle e inventarle un cuento porque me parece notar alguna intención maligna en su proceder. Ahora recuerdo nuestro primer encuentro hace un año y yo estaba tan nervioso que escogí el primer proctólogo al azar, sin percatarme de su nombre y si no me creen busquen lo que quiere decir la palabra alemana Riesenfinger en español. Tuve entonces la mala suerte de no encontrar una doctora, por el hecho de que tuviera los dedos más finos y ahora que lo pienso bien, no existen casi mujeres proctólogas y me  imagino que sea porque les gusta tener las uñas largas. Por cierto, si usted conoce a alguna mujer, que vaya a estudiar medicina, que le encante divertirte y no le moleste la onda sadomasoquista activa, recomiéndele ser proctóloga, aunque le haga competencia, que sin dudas tendrá muchos clientes.  Yo pensaba que después de la perder la virginidad en el primer chequeo, me iba a tranquilizar, pero es peor y de contra usted me manda una cartica recordándomelo. Incluso me lo imagino medio risueño firmando el recordatorio. Yo todavía me pregunto como es posible que con lo avanzada que está la ciencia no hayan descubierto algo para evitar ese momento tan penoso. Verdad que ponerse viejo no es fácil y uno tiene que dejar que lo desprestigien e incluso darle las gracias al final. Yo sigo hablando con mis contemporáneos de ese examen y quería preguntarle por qué los doctores no se ponen de acuerdo y algunos hacen el examen de ladito y otros inclinados hacia delante. Si me da a escoger, yo prefiero de ladito, porque inclinado hacia delante me parece un poco agresivo y hasta un poco sexual, ¿o tal vez usted cambia las posiciones para no aburrirse? Mire doctor ya que usted me hizo la prueba de ladito le quiero recomendar a un amigo que está muy traumatizado, incluso hasta a mí no deja de torturarme cuando me cuenta su experiencia. Se la cuento porque como será su paciente no rompo su secreto de contar sus intimidades. Este hombre me explicó que su anterior doctor con bastante rudeza lo inclinó en una camilla con el tronco hacia delante y le abrió un poquito las piernas para maniobrar mejor. Parece que el pobre tenía un problema serio porque el doctor para apoyarse mejor le puso las dos manos en la espalda antes de hacerle el tacto prostático. El médico todavía con las dos manos en su espalda le explicó que en su caso podía ser un poco doloroso porque tenía la próstata muy metida para dentro y se necesitaba profundizar poco a poco con ahínco para poder llegar al punto de prueba. Al final el proctólogo llegó a su meta, aunque le costó casi media hora de esfuerzo y ríos de sudor por la dificultad del proceso. A pesar de la respiración super alterada del galeno se notaba su buen ánimo por haber logrado el objetivo buscado y porque a pesar de la complejidad del diagnóstico no había dudas de que mi amigo no tenía la próstata inflamada y lo celebró con una palmada algo ruda, pero cariñosa y seguida de un pellizco en la nalga del paciente. Dice mi amigo estuvo una semana sin poder sentarse y ahora cuando caminaba siente como si las nalgas se le van para los lados. También desde ese día se eriza sin motivos cada vez que tiene que pelar un pepino, pero eso no le preocupa tanto porque él es muy carnívoro. ¿Usted cree que de verdad tenga la próstata muy metida para adentro? Aquí entre usted y yo lo que mi amigo si tiene de verdad son tremendas nalgas. Fíjese si es nalgón, que cuando yo lo conocí a punto estuve de preguntarle si se había operado para ponerse silicona en las nalgas, pero cuando vi que le hacían bulling diciéndole nalgaegoma decidí que la pregunta no era apropiada. Él dice que el médico se lo tiene que hacer echado para delante no por sus nalgas excesivas, sino porque en esa posición es más fácil abrir las nalgas y de lado los cachetes le aplastan la mano al doctor. Yo tengo mis dudas al respecto y por eso es mi consulta. Yo espero que usted sea un hombre serio porque sin exagerar mi amigo no es solo que tiene las nalgas grandes, sino que las tiene lindas y cuando camina le saltan mucho. Esto yo se lo digo solo para describirle la situación porque a mí no me gustan los hombres. Yo incluso siempre le digo a él que tenga mucho cuidado manejando y con las leyes porque si un día lo meten preso, el riesgo sería demasiado alto, incluso en prisiones de baja peligrosidad, donde le harían la maldad de gratis y sin saber al final si tiene o no la próstata inflamada.

También quería aprovechar esta carta y preguntarle por la posibilidad de que done unos cuantos pares de guantes para enviarlos a Cuba porque allá se trabaja todavía con guantes reciclados. Un amigo cubano se hizo hace poco la prueba allá en la isla y parece que al médico se le rompió el guante reciclado y no se lo dijo por pena.  Lo cierto es que al otro día cuando mi amigo fue a dar de cuerpo se asustó muchísimo porque estaba muy estreñido y al soltar el bulto por poco rompe la taza además de sentir un sonido raro como de metal contra cerámica. Muy preocupado se puso a buscar entre los restos de picadillo de soya sin digerir (para digerir ese alimento bien hace falta ser rumiante y que pase varias veces por el estómago) y encontró un dedo de guante quirúrgico roto y un anillo gordísimo que parecía de oro con una piedra del tamaño de un ají cachucha que no le devolvió al médico porque este no se lo pidió y porque comprobó que tampoco era de oro al estar oxidándose por los lados. Devolver algo con peste a mierda es de mal gusto y aunque lo metió una semana entera en desinfectante no se le quitó el olor. Por eso si le sobran unos guantecitos me los hace llegar.

Yo también espero que en este año que pasó hayan mejorado la prueba de detectar el PSA en la sangre para que la inflamación de la próstata se pueda detectar sin la masacre y que no me pase como la vez pasada. Yo le voy a hacer el cuento porque me imagino que usted de tantos dedos que ha metido, seguro no se acuerda de mi caso. Yo recuerdo que llegué a mi primera consulta e inconscientemente lo primero que hice fue mirarle las manos, cosa que no hubiera hecho falta si hubiese buscado la traducción de su nombre al español, pero quería estar seguro de lo que me esperaba. Usted no solo le hace honor a su nombre, sino que parece que en los tiempos de estudiante trabajaba en la construcción para ganar un dinero extra porque tiene los dedos de cargador de sacos de cemento. Aquella vez después de algunas preguntas de rigor, me imagino que para relajarme, me sacó una lámina de la próstata y me explicó algunas cosas que lo único que lograron fue ponerme más nervioso porque en ese momento me dijo que con el análisis de sangre se determina una inflamación en la parte anterior de la próstata pero en la parte posterior era necesario meter el dedo. Allí mismo me cagué en mi madre, no cometí la indecencia de hacerlo en la suya por respeto, pero si estuve a punto de cagarme en los pantalones. Al final logré controlarme porque con estar ultrajado era suficiente, ultrajado y cagado hubiese sido excesivo. Con los dientes apretados de rabia por mis falsas esperanzas perdidas y con el culo apretado también al máximo que ni oxígeno podía entrar dudé de las palabras del doctor y me vino a la mente la ocasión que quise convencer a mi novia para tener sexo por primera vez. A punto estuve de gritarle que usted era un aprovechado y salir corriendo, igual que hizo mi novia aquel día con la diferencia que las dos veces el que se jodió fui yo.  Después que usted guardó la lámina en colores me dijo sin preámbulos que me acostara en la camilla. Yo entonces me acosté boca arriba repitiendo todo el tiempo en mente: “no pasaran, no pasaran, no pasaran”. Usted parece que no quiso forzarme y aprovechó para revisarme los riñones y la vejiga con el ultrasonido mientras hacía tiempo para relajarme y haciéndome creer que con el ultrasonido se puede ver la próstata y cogerme entonces por sorpresa. Cuando terminó ya me iba a levantar e irme cuando me dijo agarrándome por el brazo:

-Aguanta ahí que no hemos terminado, Vírate de lado.

Allí fue que me sentí perdido y quise virarme de lado pero mirando para usted y de esa manera no regalarme sin luchar, pero con una sonrisa en sus labios y con manos de experto usted me acomodó en posición de entrega.

-Doctor no sea rudo que es mi primera vez, así al pelao no es fácil, por qué no me invita al menos a un café o a una copa de vino antes, -le imploré.

En ese instante usted puso una tremenda cara de aprovechado y sin hacerme caso, se puso un guante y metió dos dedos de cargador de cemento en un pote de vaselina donde por mi madre creí descubrir en la etiqueta la cara de un diablillo muerto de risa. Ahí usted si fue un poco rudo porque no pidió ni permiso y se lanzó a por mi virginidad con los dos dedos como si aquello fuera suyo. El “no pasaran” parecía un chiste malo en mi posición de nalgas abiertas y sus dos dedos apuntando al centro de la diana, cuando en un arranque de desesperación incontrolable el culito mío se envalentonó y sonó una flatulencia bien sonora en mismo medio de su cara que pareció un grito de auxilio. Menos mal que con el Covid usted tenía una máscara y usaba espejuelos porque así y todo además de despeinado y mareado, le ahumé el cristal de las lentes y le chamusqué el pelo. Yo sentí una mezcla de pena y orgullo por saberme que tampoco vendía cara la afrenta y  por lo menos dado ya no me quedaba.

-Lo siento doctor- le mentí entonces.

Me sentí mejor de escuchar su risa y me imagino que cosas peores le habían pasado porque no se inmutó y solo hizo el comentario que no me dio ninguna gracia.

-No te preocupes, seguro es la emoción que sientes y no le pongas tanto ajo a la comida que no es bueno para la flora intestinal.

Y zas, aprovechó que tenía la guardia baja por el suceso penoso y me ensartó, de verdad que le agradezco el exceso de grasa que le puso porque después que salí de su consulta estuve cuatro cuadras más tarde todavía echando aceite por la zapatilla suelta que si se me hubiera quedado el celular en su salita de espera me hubieran podido seguir el rastro sin problemas. Después pensé que ponerle mucha grasa puede ser un arma de doble filo porque se le puede resbalar la mano completa con consecuencias incalculables. Yo creo que debí proponerle que ya que estaba allí se pusiese a averiguar si tengo un punto G masculino y yo creo que no tengo, pero nunca se sabe y va y me sorprendo, (esto es una broma no vaya a ser que quiera intentarlo en el próximo test). Ya sabemos que usted es un tipo rudo y después de decirme que estaba bien me mandó a vestirme mientras me daba un papelito para limpiarme. Yo me sentí como una puta que hizo mal su trabajo porque no me dio una caricia ni nada. Limpiando la grasa me di cuenta que para limpiar toda aquella vaselina lo que me hacía falta era una toalla de playa, pero estaba loco por escapar de allí y olvidar mi ultraje. Limpiarse el culete engrasado delante de un extraño, aunque ese extraño te haya metido el dedo en el culo literalmente no es algo que se disfruta. Cuando me iba fue que le dije que nos veíamos en unos cinco años para el próximo chequeo.

– Cómo que cinco años, este chequeo es anual -me dijo

– Si claro doctor, eso yo lo sé muy bien que es anal.

– Anal también pero todos los años quiero decir, las dos cosas anal y anual.

– Coño doctor ¿qué le parece si lo dejamos para los años bisiestos o uno sí y otro no?

– Nos vemos en el próximo año – me dijo en frase seca y me sacó de la consulta porque seguro no quería que le hiciera un charco de aceite en el piso porque si alguien sabía que andaba con la zapatilla floja era precisamente usted.

No me dejó otra opción que salir caminando con nalgas resbalosas y echándose un poco para afuera pero contento de tener la próstata bien porque la salud es lo primero y porque doce meses es mucho tiempo para ponerse a pensar en eso desde ya. Tampoco hay que exagerar qué hay cosas peores y doler lo que es doler, no duele tanto, me imagino que por la grasa. En realidad por ahí han pasado cosas peores, para afuera, claro, para afuera.

Y ahora usted me manda su cartica aconsejándome que me deje meter el dedo otra vez. Pues fíjese bien lo que le voy a decir, me voy a esconder, pero este año no me va a coger. Es más, si lo veo en la calle le digo que no soy yo. Vamos a esperar otros doce meses porque todavía no estoy preparado psicológicamente para un ensarte. Al final de todas maneras tendré que morir en sus manos o quien sabe si por fin descubren la manera de evitar esos ultrajes, aunque ya sea demasiado tarde para recuperar mi virginidad.

No me busque ni me mande más carticas, que no lo conozco ni las voy a abrir.

Un saludo de lejos.

Su paciente secreto.