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XII. CON LA PUNTA EL PIE

9 de abril de 2023

Diario alegre de un cubano en Alemania

Hace una semana de las entrevistas y no tengo noticias. Hasta el espíritu burlón se desespera. También he llamado por lo menos diez veces a Sacoedientes y no me sale al teléfono. Ayer, para olvidarme del mundo, me tomé la media botella de Havana Club que me me quedaba. En la borrachera resbalé y me golpeé el calcañar. No parece ser una fractura y ahora solo puedo caminar con la punta del pie.

Julio me invitó a jugar futbol con un grupo de alemanes y le aseguré que iría porque necesito dejar de preguntarme si me contrataran en la firma de la tetona o si Sacoedientes me va a contestar las llamadas. Hoy es un sábado más blanco que gris y no me importa que la temperatura coquetee con el cero grado centígrado para irme a jugar futbol.

Salgo a esperar a Julio en la calle. El frenazo me asusta. Mi amigo saca la cabeza por la ventana y la música inunda la ciudad de Heidelberg. No estoy seguro si escucho la voz de mi amigo o la del cantante.

Dime si llegué a tiempo para la rumba, hoy traigo aquí un cantar para el bembé y también traigo un saco de alegría para que se inspire todo aquél que no lo esté.

Me monto en el carro, Julio se preocupa por mi cojera y le aseguro que mejoraré.

Que suene el quinto, clave y timbal con la tumbadora, pues tengo ganas de bailar y echar un pie. Tan sólo quiero que cuando yo cante, bailen y que bailen todos con la punta el pie.

Andamos montaña arriba por el bosque. La carretera es tan estrecha que solo cabe un auto. Me pregunto qué pasará si nos encontramos con otro carro en la dirección  contraria. El camino termina encima de la loma, a un lado queda un terreno de futbol y del otro un grupo de alemanes vestidos con short y pullovers conversan. Se van a morir del frío. Abrimos las puertas y contagiamos al lugar con la música. Los alemanes intentan bailar.

Bailen con la punta el pie, gocen con la punta el pie. Bailalo rico, María, con la punta el pie…

Los amigos de Julio me abrazan y no entiendo lo que dicen, pero parecen gentiles. Hay montículos de nieve en los laterales del terreno y la yerba congelada debe estar dura como piedra. Qué posición juegas tú, me preguntan. Yo soy portero, les miento. Me dan unos guantes y me mandan a la portería. Debí venderme como defensa porque el portero no se mueve y con este frío del diablo cuesta calentarse. Comienza el juego, tengo que adivinar quienes son los de mi equipo. Me muevo de un lado a otro sin apoyar todo el pie. Cabrón frío de mierda, me tenía que haber quedado en la casa. Canto la música que escuchaba en el auto de Julio y bailo debajo de los palos.

Bailen con la punta el pie, gocen con la punta el pie. No me digas que tú no fuiste a la rumba, si yo te avisé…

Ahí viene un balón a toda velocidad, estiro el brazo y lo despejo sin mucho esfuerzo. Klase, kubanische Kraken, gritan los alemanes y me dan palmadas en la espalda. Menos mal que no tuve que saltar, ahí viene la pelota de nuevo, esta vez la despejo con un punterazo. Bravo, escucho. Casi no me duele el pie, lo debo tener congelado. Gol, mi equipo hizo un gol, lo festejo con un baile.

Bailen con la punta el pie, gocen con la punta el pie. Con la punta, con la punta, con la punta, con el peroné…

El juego termina y no me metieron gol de casualidad. Los alemanes me felicitan, para ellos soy el Kubanische Kraken, o sea el pulpo cubano. Tengo ganas de llegar a la casa, pero en el parqueo uno de los alemanes saca una caja de cerveza del maletero y la pone en el suelo. Los futbolistas se sirven y Julio me ofrece una botella. La cerveza está muy buena, pero no está helada. Lo que sí está muy frío son mis dedos, las orejas y la nariz. Hubiera preferido un chocolate caliente. Me tomo dos cervezas más. Las puertas del carro de Julio están abiertas para que los alemanes escuchen la salsa.

Bailen con la punta del pie, gocen con la punta el pie. Y si quieres guarachar, con la punta el pie. Bailen con la punta del pie, gocen con la punta el pie. Y vente a la fiesta, mulata, que yo te enseñé…

La caja de cerveza está vacía. Nos vamos. El sábado próximo te esperamos, me dice un alemán y me pide la dirección de mi casa para recogerme. Le respondo que sin falta lo espero a las diez. Julio llévame rápido que muero si no me meto debajo de un chorro de agua caliente y eleva el volumen de la música. 

Bailen con la punta del pie, gocen con la punta el pie. Es que si yo llego a saber que Perico era sordo, yo paro el tren.

Ahora estoy en la casa. El espíritu burlón me recibió con una sonrisa. Me tiro en el sofá, recuerdo el terreno de futbol de la montaña y tiemblo del frío. Me duele la barriga. Yo creo que la exposición a temperaturas bajo cero me ha provocado descomposiciones de estómago. ¿O será que traje una lombriz solitaria de Cuba que está protestando del frío? Espero que no porque todavía no tengo seguro médico y sigo sin noticias de ningún trabajo. Si el sábado de la próxima semana hace tanto frío, me voy a esconder del amigo alemán.

Suena mi teléfono, miro la pantalla y descubro que un número extraño me envía un SMS, viene con una foto, pero la imagen se demora. Sorpresa, se presenta Anna Karenina o Sacoedientes. Me pide disculpas por no responder a mis llamadas y me invita mañana domingo a caminar por el bosque. Envía también una dirección donde encontrarnos. Entra la foto y el espíritu burlón abre los ojos como platos y se pasa las manos por la cabeza. Sacoedientes me envió un par de tetas, jugosas y de pezón abultado y rosado. Me paso la lengua por los labios. No le voy a responder ahora, primero voy a vacilar mi suerte y a escuchar música cubana. Ya tendré tiempo de armar la lujuria en el bosque de la caperucita roja. Solo tengo que especificarle que caminaré con la punta del pie, de la misma manera que estoy bailando en la sala de mi casa.

Bailen con la punta del pie, gocen con la punta el pie. Dale movimiento a la cintura, como te enseñé. Con la punta el pie. Con la punta el pie. Con la punta el pie…

CONTINUARÁ…

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