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VII. SEIS SEMANAS

4 de marzo de 2023

Diario alegre de un cubano en Alemania

Hoy se cumple una semana que envié los currículos y no tengo respuesta. Dice mi amigo Julio que los alemanes piensan mucho cualquier decisión. Estoy desesperado por templarme a Karola y por empezar a trabajar, exactamente en ese orden. El problema resulta que para cepillarme a la mujer gata tengo que trabajar para ganar euros y poder invitarla, por lo menos, a tomar un café. Prefiero matarme a pajas que pedirle dinero a Kristine Marie. Ella todavía anda por Hamburg. Ayer me dijo por teléfono que debía ir pensando en fregar platos o repartir pizzas. Me faltó un segundo para mandarla pal carajo. No me molesta ser pizzero o ayudante de cocina, pero como ingeniero gano más y vale la pena intentarlo. Al sentir la desconfianza de mi esposa alemana tuve ganas de joderla y le comenté que Julio me había hablado de un trabajo de gogó en un club nocturno. Me amenazó con el divorcio si lo hacía.

Con el dinero que traje de Cuba y unas cajas de Cohíba que mi amigo Julio me ayudó a vender puedo sobrevivir seis semanas a base de pan con jamón. Hoy iré a la ciudad a mandar mi currículo por correo postal a otras empresas que encontré en el periódico. Si no tengo respuesta en seis semanas pensaré seriamente en trabajar de gogó. ¿Esperará Karola las seis semanas? Con el primer salario la voy a invitar a un bar latino. Busco un CD y pongo a los Van Van. Bailo frente al espejo. No soy tan mal gogó.

Ya amanece, bella es la mañana. Hoy se cumplen cuando más seis semanas. Seis semanas que marchaste sin rumbo. Seis semanas que empezaste a cambiar…

Seis semanas, ni un día más, ni uno menos. Me visto y salgo por el patio de atrás del edificio donde vivo. No quiero que la gata Karola me persiga y lo va a hacer si me ve. La puerta del patio está trabada y salto la cerca de madera. Mi madre, olvidé apagar la música y la puse en modo ciclo, o sea, cuando termina se vuelve a repetir. No tengo ganas de regresar a la casa. Espero no demorarme mucho en el correo y que el vecino de los bajos no esté en su casa o lo voy a volver loco con las seis semanas.

Si te llamo no contesta nadie, si te escribo no, no tengo respuesta, si en ti pienso, pienso que estás contenta, muy contenta de seguir donde estás…

La oficina del correo alemán es tan grande como el Parque de la Fraternidad con ceiba y todo. Funciona también como una tienda de artículos de oficina y encuentro un sinfín de utensilios que nunca he visto. Nunca en mi vida he mandado una carta. En Cuba hubo un tiempo que compraba sellos para coleccionarlos sin saber que se pegaban en la correspondencia. Ah carajo… allí está Karlota, esa mujer me sale en todos lados y yo sin dinero. Me escondo debajo de un estante de lápices y libretas. Qué ganas tengo de tener un trabajo. Karola se va con un rollo de cinta adhesiva. Lo quiere para amarrarme las manos y las piernas a las esquinas de la cama. Tremenda enferma que es esa mujer gata. Lo que me estoy perdiendo por estar pasmado. En seis semanas mi suerte va a cambiar, seis semanas, seis semanas, que pasen rápido por favor. En la casa seguro que el vecino baila con sus seis semanas que de tanto repetirse ya serán, por lo menos, 360.

Hoy muy temprano vi la escuela. Vi la escuela que a los dos nos vio crecer. Y caminé las calles de mi barrio. Me senté en el parque donde te empecé a querer…

No tengo la más puta idea de cuánto cuesta enviar una carta alemana. Le doy los tres sobres a la mujer del correo, ella los pesa y algo dice en su trabalenguas teutón. Panchen planchen con cuatren planchen, con cuanten planchen planche Panchen, me parece que dice. Busco el numerito en la caja, pero no lo veo por ningún lado. Después de una semana estudiando alemán y viendo programas en la TV, creía poder identificar alguna que otra palabra o los números, pero me acabo de ponchar sin tirarle. Por la expresión de la mujer y el tono agresivo al hablar sus palabras deben ser un insulto. La dependienta se molesta de mi actitud de no saber qué hacer. Me caguen en lan resingen den du progenitoren, creo que me dice ahora. La tuya por si acaso, le respondo en voz baja y le doy un billete de diez euros. Si vale más ya se va a cagará en el recontracoñen de mi madren o algo parecido, pero la mujer tira mis sobres en una caja plástica y me devuelve cinco euros y una calderilla. Misión cumplida, a correr para la casa que el vecino se va a volver loco.

Y solito me dejaste, Tú mujer, me abandonaste, Seis semanas que marchaste sin rumbo…

Cuento el vuelto mientras corro. El envío de cada sobre me costó un euro y cincuenta y pico de centavos. No es tan caro. Algo tengo para la compra del jamón y el pan de esta semana. Llego a la casa y el vecino no me espera para desalojarme. Suena el teléfono. Es Kristine Marie, dice que le salió un muy buen contrato en Hamburg y se va a quedar otras seis semanas por allá. Ok, le respondo y me alegro. ¿Y esa música de fondo tan alta?, me pregunta. Son los Van Van, le respondo. Quiero decirle que no vuelva, pero le miento y le digo que la extraño. Ella habla en alemán, dice que para que mi idioma mejore más rápido. Lo que quiere es burlarse de mí y que yo no me entere. Chao, estoy estudiando, le vuelvo a mentir y le cuelgo. Soy un inútil y eso me incomoda con cojones. Al carajo las seis semanas, el pan con jamón, las ganas de singarme a Karola y el puto idioma alemán que todavía no se me mete en el güiro.

Mañana salgo a buscar trabajo, me da igual si tengo que repartir pizzas, fregar platos, cuidar viejos o bailar de gogó en cualquier night club. Kristine Marie que se quede a vivir en Hamburg y por lo menos que pague el alquiler por un tiempo.  Me doy un trago largo de un Havana Club siete años que me regaló Julio y elevo el volumen al máximo de los Van Van. El vecino de los bajos asoma la cabeza calva por la ventana y comienza a gritar. Seguro que necesita que le dé un poco de azúcar porque se le acabó. Me hago el sordo y canto a toda voz.

Seis semanas que marchaste sin rumbo…

El hombre le cae a escobazos a su techo, que es mi suelo. Me parto de la risa y frente al espejo me desnudo al ritmo de la música. Ya estoy en calzoncillos. Me pongo unas gafas de sol y un sombrero de marinero. El traje de gogó es perfecto. Los golpes que siento debajo de mis pies descalzos son del bajo de Juan Formell. Que se joda el vecino y que Kristine Marie pague la mudanza cuando nos boten por escandalosos.

Ya no hace falta que vuelvas más, pa’ allá, pa’ allá. Pa’ allá, pa’ allá. Ya no hace falta que vuelvas más, pa’ allá, pa’ allá. Pa’ allá, pa’ allá…

CONTINUARÁ…

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