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V. MARIA CRISTINA ME QUIERE GOBERNAR

18 de febrero de 2023

Diario alegre de un cubano en Alemania

Kristine Marie me quiere gobernar y yo le sigo y le sigo la corriente porque no quiero que se entere la gente que no hablo ni una pizca de alemán. Me acompleja verme como un inútil al que hay que decirle todo lo que debe hacer, pero eso es temporal porque hoy voy a sacar el permiso de trabajo, comenzaré a pinchar en lo que sea y cuando aprenda el alemán dejaré de ser gobernado por Kristine Marie. Tengo ganas de celebrar y me pongo a cantar.

María Cristina me quiere gobernar y yo le sigo le sigo la corriente porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar…

Mi esposa alemana me mira como si estuviera loco. Salimos de la casa en dirección a la alcaldía de Heidelberg y Kristine Marie le hace justicia a la canción que tarareo. Camina por la acera, me dice y camino. Súbete en el bus, y me subo. Empuja la puerta de la alcaldía, y la empujo. Siéntate en la esquina, y me siento. Entra en ese cuarto, y yo entro. Firma ese papel, y lo firmo. Alégrate que ya tienes permiso de trabajo, y me alegro.

María Cristina me quiere gobernar y yo le sigo le sigo la corriente porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar…

Ahora Kristine Marie comienza a hablar con el funcionario que me entregó el permiso de trabajo. No entiendo ni una palabra, pero deben ser temas divertidos porque se ríen mucho. Es un mulato muy bien parecido y le calculo unos 35 años. Le digo a Kristine Marie que le pregunte si habla español, ella hace sonidos que yo sería incapaz de articular y él responde en lo que parece un ladrido. Dice ella que nada de idioma español, el funcionario es hijo de una alemana con un africano. Las carcajadas se escuchan en todo el edificio, si yo no estuviese en la oficina se ponían a templar aquí mismo. A Kristine Marie le gustan los negros y es un milagro que no trajese uno de Cuba. Intento adivinar la conversación. Te voy a mamar las tetas, le dice el mulato. Kristine Marie traga en seco, se rasca una nalga para disimular la caricia. Ya está excitada. Tremenda masturbada que me voy a dar delante de ti, le responde Kristine Marie. Se vuelven a reír los dos y sigo sin enterarme de ná. No me importaría que me pegara los tarros, lo que no puede mi actual esposa es divorciarse hasta que no me otorguen la residencia permanente y eso sucederá en 3 años. Los dejo en su diversión verbal y tatareo.

María Cristina me quiere gobernar y yo le sigo le sigo la corriente porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar...

Despídete del señor, me dice Kristine Marie, y me despido. Abre la puerta, y la abro. Déjame salir primero, y la dejo. Busca ofertas de trabajo en esa computadora, y las busco. Tienes que trabajar porque yo no gano mucho dinero, habla y me señala con el dedo. No me lo tiene que decir, si solo traje 200 dólares de Cuba y eso no alcanza ni para una semana. Kristine Marie necesita hacer otras gestiones, le brillan los ojos y no se acaba de despedir. Quiere decirme algo y noto que le cuesta hablar. ¿Vamos a hacer un trío con el funcionario que acabamos de conocer?, me dispara y no sé si tengo ganas de reírme o mandarla para casa del carajo, Me pongo serio. Tengo que aguantar. ¿Un trío con otro tipo y yo? De dos mujeres lo aceptaría, pero otro hombre…

No, no, no, María Cristina que no, que no, que no, que no, por qué, María Cristina me quiere gobernar. Óyelo bien, me quiere gobernar. Enferma y loca, me quiere gobernar…

Ahora dice que era una broma, sí, una broma muy graciosa. ¿Tengo cara de comemierda o lo soy porque no hablo alemán?, pienso. Ahora entiendo las miradas de reojo del mulato, también quiere cogerme a mí y eso no. Nos vemos en la casa, se despide Kristine Marie y se va. Puedo cambiar el idioma de la computadora y escojo el inglés, no hay español. Antes de dejarme gobernar por Kristine Marie, había terminado la ingeniería mecánica en la CUJAE y trabajé con programas CAD. Encuentro la dirección de 50 empresas que necesitan ingenieros de diseño. Para que Kristine Marie no me gobierne más soy capaz de fregar platos, pero si puedo trabajar de ingeniero o técnico es mejor. Salgo de la oficina de empleo con mi permiso de trabajo en el bolsillo y decido dar una vuelta por Heidelberg. Camino unas cuadras y en una esquina me encuentro a dos mexicanos con una guitarra entonando canciones en español. Me presento. Son estudiantes de medicina y andan medio borrachos. Me ofrecen un trago de Tequila. Esta vez sí acepto ser parte de un trío, mejor que sea musical. Cantamos.

María Cristina me quiere gobernar y yo le sigo le sigo la corriente porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar. Que vamos pa la playa, allá voy, que móntate en el carro, y me monto, que bájate de carro, y me bajo, que súbete en el puente, y me subo, que quítate la ropa, me la quito…

Ey, qué sorpresa…ahí viene Kristine Marie con el mulato funcionario. Mira a quien encontré, dice ella disimulando muy mal su nerviosismo. Me imagino el dos contra uno y no me hace gracia. Si estoy condenado al trío, que sea musical. La miro con mala cara. ¿Qué te parece si comemos algo en la casa?, Kristine Marie insiste y el mulato me sonríe con mala intención. Corro peligro. No, no y no, Kristine Marie, hasta ese extremo no me vas a gobernar. Coman ustedes, que yo me quedo con el trío mexicano. Kristine Marie desiste y se va. El mulato no deja de girar el rostro para ver si cambio de opinión. Los mexicanos se acercan, me doy otro tequilazo, chillo un Ayayayyyy Maríachi y alzo la voz por encima de las guitarras. Una mujer con rostro de gata pasa delante de nosotros y mete un billete de cinco euros en mi bolsillo. Va vestida de negro y su ropa hace juego con el color de su pelo. La imagino con una fusta de cuero, también negro. Le guiño un ojo y mi voz se escucha en todo Heidelberg.

No, no, no, María Cristina que no, que no, que no, que no, por qué, María Cristina me quiere gobernar. Óyelo bien, me quiere gobernar. Tremenda loca, me quiere gobernar, el mulato no, me quiere gobernar…

CONTINUARÁ…

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